lunes, 2 de agosto de 2010

Un año más....

   El proximo viernes caerá una hoja más, y significativa del calendario de mi vida. Cumpliré un año más, cincuenta y trés, en ese hermoso y a veces duro camino de la existencia. Aún recuerdo cuando corría, con las pupilas brillantes, marrones y grandes, cristalinas como las canicas con las que jugaba en la azotea de mi casa natal, en la calle San José de Cádiz. Entre la Plaza de Mina y la de San Antonio. Donde hace pocos días regresé por un instante, para recordar...para hacer balance de mi vida....

   El regreso tiene algo de agridulce ejercicio de memoria, algo de búsqueda de lo que no se tiene,de lo que se ha perdido en las brumas del atardecer de los años, algo de rendición ante el enemigo ,de lucha a brazo abierto con rostros que aparecen en los sueños, de tactos añorados, de restos del naufragio, de paisajes olvidados, de contiendas bruñidas con la ceniza y la sangre, con el polvo de los caminos recorridos, con los campos marchitos después de la batalla.
  He vuelto a mi vieja casa. Aquella en que discurrieran los años de mi infancia, pocos días antes de mi cumpleaños.Esa casa añeja, de azotea de cal y de verdín en los herrajes. Entre el bullicio, de las calles del Cádiz antiguo. Con el inmenso horizonte del azul del mar haciendo prisionera mi mirada en los cuatro puntos cardinales de los vientos...Volver a tales lugares, te deja en el corazón la emoción dividida, del ayer y del mañana, del saludo y de la despedida.
  El alma se te divide entre el niño de risa pura y abierta que fuiste, y el adulto cargado de sentimientos contrapuestos. con los que la vida nos llena la mochila. Camino por la azotea de mis primeros años. Tan blancas sus paredes, tan azules sus cielos, tan altivos sus vientos, tan lejanas ya las voces que habitaron sus estancias. Hay cierta disonancia, cierta tenue tristeza, que desciende armoniosa y pacífica. como las gotas lentas de una vela encendida, que deja al recorrer los ya lejanos paisajes de mi infancia, caer ante mis pasos, el ardiente goteo de la cera blanca del recuerdo....
  La vida, ese camino que me parecía eterno, cuando corría a ver volar los bencejos que anidaban sobre el balcón de nuestra casa, no ha sido como soñaba entonces. Ha discurrido demasiado rauda. No me dio tiempo suficiente parar traspasar las fronteras lejanas, los paises añorados, los cuerpos anhelados, los te quiero sentidos.. los adioses amargos...Se han quedados demasiados jirones enganchados en los cuchillos afilados de los años...
  O acaso sí. Acaso mi existencia, que ya ha entrado de lleno en la madurez, haya sido bien vivida por mi parte, bebida hasta el borde, sus pasiones colmadas, arrancadas a las sombras sus destellos ardientes. Porque la vida, tiene la hermosa y fecunda cualidad de renacer por sí misma en cada instante, a cada golpe de nuestros corazones, con la primera luz de cada amanecida, con el brillo de este sol que es plegaria y herida, iluminando los ojos de la persona amada...que es el símbolo que alumbra nuestra vida. En ese rayo de luz tenue, entre las dos eternas oscuridades, de los tiempos....
  Viejos muros de piedras encaladas, jaramagos y serpentinas de viento, el ruido del mundo, cuatro pisos abajo, recorriendo las calles de este Cádiz, que nos acoje como los brazos de una amante antigua y comprensiva.
  El regreso, es un desandar los pasos recorridos. Es bueno, a veces, recorrer los senderos en el sentido contrario al que se ha caminado. En la ida y en la vuelta, en el punto preciso del encuentro, se hayan en ocasiones, las respuestas buscadas... Es un trabajo al tiempo pesaroso y tan bello.... Cosechar los amores, presentes o perdidos, recordar a los seres amados y a los amigos que volaron ya hace tiempo en busca de espacios infinitos, los adioses dolientes, los te quieros nacidos como locas gaviotas que vuelan en un sueño.
  El tiempo nunca cierra su ciclo, el círculo nunca se cierra. El regreso nos devuelve un rostro desconocido en los espejos; no el rostro que habitara estos muros, sino el rostro del viajero que regresa cansado al primer recuerdo que alberga la memoria. El regreso, nos devuelve a la historia que dejamos perdida, arrumbada, oxidada, maltrecha , enamorada de la melancolía. Olvidada como una marioneta con los hilos cortados. Desechado como un juguete roto .....
  Yo, aunque no quiera reconocerlo, soy nostálgico. Por ello, es más duro el reencuentro. Duele más la cicatriz de la vida, sangra más la fluida roja herida del tiempo. Duele más el corazón, cansado acaso de palpitar tantas miles de veces cada día....
  Y en ello encuentro la paz, en el discurrir eterno de los tiempos, en la cadena incesante de relevos de los minuntos, las horas, los meses y los años. En la lógica exacta de la vida. En lo que no sobra ni falta nada. En la que todo encaja como el puzzle de un niño. El tiempo no es el que pasa. Pasamos nosotros a través de ese tiempo.El principio nos acerca al final. El final al principio. Recorremos un largo camino para volver al punto de partida....
  Y entonces, sonrio tenuemente, en este instante de regreso a mi primer hogar, solo y en silencio y en este instante agridulce y hermoso, me habla mi propio corazón, para decirme...Sí,sí, ahora ya comprendo...., ahora lo comprendo todo.... Y me rio en silencio hacia dentro del alma...Sí, es cierto lo que dicen. El invierno debe ser muy frío para los que no poseen cálidos recuerdos....

(Juan Manuel Miranda)
"Un árbol siempre tiene esperanzas, aunque sus raices envejezcan en tierra..." (Jose Angel Valente)

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